– Usted, camarero,

póngame otra.

Un doble de esos

que piden en las películas.

He venido a no pensar,

a olvidarme de mis miedos

y a beberme mi esperanza.

A derramar mi ilusión

sobre su barra de bar.

.

.

¿No tiene nada para comer?

El dolor me da hambre

y,

póngame el whisky.

Póngase uno usted también.

Y no me mire así,

no me venga con que «he bebido demasiado».

Lo que he hecho es perder,

demasiado, todo.

Ya no me tengo ni a mí mismo.

.

.

– Le llamaré a un taxi.